La renuencia de Paul Ryan a apoyar a Donald Trump ha centrado en los últimos días la cobertura de la campaña presidencial. El speaker se ha erigido en el contrapeso al candidato y en el portavoz de los republicanos que desconfían de su pureza ideológica o que desprecian su tono agresivo y su mala educación. Sarah Palin amenazó esta semana con apoyar a este desconocido que se propone derrotar a Ryan en las primarias republicanas pero no parece probable que el speaker pierda. Más difícil lo tienen sus colegas del Senado, que ya afrontaban una reelección difícil y que ahora sufrirán por el impacto de la retórica de Trump. Los republicanos mantienen el control del Senado desde noviembre de 2014, cuando terminaron con ocho años de hegemonía demócrata con la ayuda de la abstención. Desde entonces, hay 54 senadores republicanos, 44 demócratas y dos independientes que siempre votan con el partido de Obama. Los 100 escaños del Senado se renuevan cada seis años pero no todos a la vez. Cada dos años se renueva un tercio de la cámara y este año es el turno de 34 senadores: 24 republicanos y 10 demócratas cuyo destino está unido al de Hillary Clinton y Donald Trump. El número de senadores republicanos que tienen ahora su cita con las urnas tiene que ver con las condiciones demográficas de sus estados pero también con lo que ocurrió hace seis años, cuando la explosión del movimiento del Tea Party impulsó la elección de cientos de candidatos conservadores en todo el país. Los senadores republicanos lo tienen más difícil cuando su reelección coincide con las elecciones presidenciales porque muchos votantes demócratas se quedan en...
Todos los sondeos auguraban el triunfo de Bernie Sanders en las primarias de West Virginia. Pero la magnitud de la derrota es un revés para Hillary Clinton, que deberá combatir en dos frentes hasta mediados de junio, con un ojo en su adversario demócratas y otro en la batalla que se avecina contra Donald Trump. Hasta 16 puntos separaron a los candidatos en West Virginia. Una cifra notable si tenemos en cuenta que hace ocho años Clinton ganó las primarias del estado por 41 puntos y que su marido batió allí a Bush padre y Bob Dole en las elecciones 1992 y 1996. Al menos dos factores explican la derrota de Clinton. El primero son sus desafortunadas palabras sobre la minería del carbón, que muchos votantes interpretaron como un insulto al sustento económico del estado, en crisis desde mediados del siglo XX y en estado de sitio por las políticas medioambientales de Barack Obama, que apuesta por combatir los combustibles fósiles y potenciar la energía solar. El segundo factor es la composición demográfica del estado, que incluye un porcentaje alto de clase obrera blanca y apenas un 3% de afroamericanos: el grupo s0bre el que se ha sustentado el triunfo de Clinton durante las primarias de 2016. El mapa que incluyo sobre estas líneas lo publiqué aquí hace unos días y ahora lo actualizo. Indica el porcentaje en la mejora de Clinton con respecto a las primarias de 2008. El método que he seguido para hacer el mapa es el siguiente: primero calculo la diferencia que separó a la candidata demócrata de Obama hace ocho años estado por estado y luego calculo...
El final de las primarias republicanas suscita una pregunta: ¿Qué hará a partir de ahora Donald Trump? El magnate neoyorquino se abrió paso en las primarias republicanas con un discurso agresivo, racista y despectivo hacia los hispanos. ¿Adoptará un tono menos estridente ahora que se acerca la convención? En torno a esas preguntas empiezan a emerger dos hipótesis irreconciliables sobre el candidato republicano. La primera presenta a Trump como un político maquiavélico que no dice lo mismo en público y en privado y que modula su mensaje según la identidad de su interlocutor. La segunda lo retrata como un tipo que improvisa sus propuestas pero dice lo que piensa en cada evento electoral. La primera hipótesis nació al hilo de este artículo de Buzzfeed, que desvelaba que el New York Times tenía guardada una grabación en la que el millonario admitía que no iba a llevar a cabo sus propuestas más radicales sobre inmigración. La defensora del lector neoyorquino explicó aquí cómo se había llevado a cabo la entrevista y por qué no iba a salir a la luz. Pero el asunto creó cierta polémica y sembró dudas sobre la doblez de Trump. Unos días después, el neurocirujano Ben Carson ahondó en este hipótesis al anunciar su apoyo al magnate: “He conocido a Trump en los últimos años y es un hombre muy inteligente al que le importa de verdad América. Hay dos Donald Trumps: el que uno ve sobre el escenario y otro que es muy cerebral”. Muchos interpretaron las palabras de Carson como una figura retórica. Pero la hipótesis de la doble personalidad de Trump volvió hace unos días a los titulares de la mano de su flamante hombre de confianza, Paul...
El final de la campaña de Ted Cruz después de la derrota en Indiana suscita una pregunta: ¿por qué el senador por Texas se ha erigido al final como la última alternativa a Donald Trump? Hasta 17 aspirantes se presentaron a las primarias republicanas: nueve gobernadores, cinco senadores y tres personas que nunca habían ejercido ningún cargo público: el neurocirujano Ben Carson, la ejecutiva Carly Fiorina y el magnate inmobiliario Donald Trump. Y sin embargo la carrera republicana se presentaba como un paseo militar para Jeb Bush, que estaba arropado por la maquinaria de poder que rodea a su familia y que había recaudado más de 100 millones de dólares antes de empezar. La irrupción de Trump dinamitó ese guión y dibujó un escenario en el que Cruz se movió mejor que otros rivales con más recursos y con más respaldo del establishment. Éstos son los cinco motivos del éxito del senador que acaba de decir adiós. 1. Recaudó mucho dinero. Ted Cruz presentó su candidatura antes que ningún otro candidato republicano: el 23 de marzo de 2015. Esa audacia le ayudó a atraer el respaldo y las donaciones de los republicanos más conservadores que desconfiaban de la familia Bush. Este gráfico refleja cómo se fue disparando la recaudación de Cruz durante 2015. Sólo Carson recaudó más dinero que el senador tejano durante ese año. Pero en esas cifras no están incluidas las donaciones a los super-PAC, grupos externos que contratan anuncios a favor de los candidatos y que recaudaron cifras millonarias para candidatos como Rubio, Bush o Cruz. Si sumamos las donaciones directas y las que recibieron esos grupos externos, sólo Bush recaudó más dinero...
Las primarias demócratas se presentaban como un desfile triunfal para Hillary Clinton. Figuras de talla como Andrew Cuomo o Deval Patrick optaron por no lanzarse a la carrera y sus rivales eran un político retirado, dos gobernadores desconocidos fuera de sus estados y un senador socialista de Vermont. Todos menos Lincoln Chafee aparecían en este artículo que publicó Ryan Lizza en el New Yorker en otoño de 2014, cuando los demócratas aún temían una carrera demasiado fácil que los republicanos pudieran denunciar como una coronación. Dos años después, muchos añoran ese escenario ahora que se vislumbra el final de las primarias y empiezan los preparativos de la convención. Clinton ha sufrido para derrotar a su adversario, que se ha erigido en portavoz del descontento de la izquierda demócrata y de los jóvenes que no se fían de la candidata demócrata y que no ven ningún avance en llevar a una mujer al despacho oval. Es imposible saber qué hubiera ocurrido si el portavoz de ese descontento hubiera sido un político más joven como Julian Castro o más carismático como Elizabeth Warren. ¿Habría perdido Clinton otra vez? Es una pregunta que nunca podremos responder a ciencia cierta. Más sencillo es saber en qué estados ha mejorado Clinton con respecto a las primarias demócratas de 2008 y analizar cómo puede influir eso en la campaña que se avecina. Antes de abordar esos datos conviene recordar qué ocurrió hace ocho años y por qué a la favorita se le escapó la nominación. Qué ocurrió en 2008 Entonces logró 272.809 votos más que Obama pero ganó 10 estados y 312 delegados menos y perdió la candidatura en la convención. La...
El presidente Barack Obama subió este sábado por la noche al podio de la cena de los corresponsales de la Casa Blanca con el estribillo “You’re gonna miss me when I’m gone” de la canción When I’m Gone de Anna Kendrick. “No lo podéis decir, pero sabéis que es verdad”, dijo Obama ante el público de periodistas, políticos y actores que se reúne cada abril en un hotel de Washington para la cena más chistosa del año. Pero más allá de las bromas, el presidente se encargó de subrayar que su nivel de popularidad está en máximos históricos. En 2012, Obama llegó a la campaña de reelección con un apoyo ciudadano tan bajo como el de George W. Bush, algo que hizo peligrar su mayoría en noviembre contra Mitt Romney. Este abril, sin embargo, según el índice que Gallup actualiza a diario, más del 50% de los ciudadanos cree que su gestión es buena. Cerca del 45% la desaprueba. Obama no tenía un nivel de apoyo tan elevado desde su reelección. En el mismo punto de su segundo mandato, en 2008, Bush tenía un respaldo del 28% y una oposición del 67%. Obama tiene ahora el mismo nivel de aprobación que Ronald Reagan a principios de mayo de 1988, en su último año como presidente, según el índice de Gallup. En el primer trimestre de 2016, la media del índice de popularidad de referencia fue del 49,5%, sus mejores tres meses desde justo después de su segunda toma de posesión en enero de 2013, un momento en el que tradicionalmente mejora la imagen de todos los presidentes. Su popularidad contrasta con...