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GUÍA PARA COMPRENDER LA POLÍTICA EN AMÉRICA

María Ramírez

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Eduardo Suárez

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Eduardo Suárez

Por qué Ted Cruz ha llegado tan lejos en las primarias de Trump

Mayo 04, 2016

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Eduardo Suárez

Por qué Ted Cruz ha llegado tan lejos en las primarias de Trump

El final de la campaña de Ted Cruz después de la derrota en Indiana suscita una pregunta: ¿por qué el senador por Texas se ha erigido al final como la última alternativa a Donald Trump?

Hasta 17 aspirantes se presentaron a las primarias republicanas: nueve gobernadores, cinco senadores y tres personas que nunca habían ejercido ningún cargo público: el neurocirujano Ben Carson, la ejecutiva Carly Fiorina y el magnate inmobiliario Donald Trump. Y sin embargo la carrera republicana se presentaba como un paseo militar para Jeb Bush, que estaba arropado por la maquinaria de poder que rodea a su familia y que había recaudado más de 100 millones de dólares antes de empezar.

La irrupción de Trump dinamitó ese guión y dibujó un escenario en el que Cruz se movió mejor que otros rivales con más recursos y con más respaldo del establishment. Éstos son los cinco motivos del éxito del senador que acaba de decir adiós.

1. Recaudó mucho dinero. 

Ted Cruz presentó su candidatura antes que ningún otro candidato republicano: el 23 de marzo de 2015. Esa audacia le ayudó a atraer el respaldo y las donaciones de los republicanos más conservadores que desconfiaban de la familia Bush.

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Este gráfico refleja cómo se fue disparando la recaudación de Cruz durante 2015. Sólo Carson recaudó más dinero que el senador tejano durante ese año. Pero en esas cifras no están incluidas las donaciones a los super-PAC, grupos externos que contratan anuncios a favor de los candidatos y que recaudaron cifras millonarias para candidatos como Rubio, Bush o Cruz.

Si sumamos las donaciones directas y las que recibieron esos grupos externos, sólo Bush recaudó más dinero que Cruz en las primarias republicanas. El senador tejano recaudó 140 millones de dólares: cuatro veces más que el poderoso Chris Christie y nueve veces más que Rick Perry, que ejerció como gobernador de su estado durante ocho años y siempre tuvo acceso a financiación.

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A finales de 2015, un 42% del dinero recibido por Cruz procedía de pequeños donantes. Ese porcentaje sólo lo superaba Carson, cuyos incondicionales evangélicos aportaban el 66% de su financiación. Y sin embargo el peso de Cruz tiene que ver con su acceso a donantes millonarios que han hecho fortuna en el petróleo o en alguno de los fondos de Wall Street.

Ese equilibrio lo explica muy bien este artículo, que contrapone los discursos contra las elites de Cruz con el plantel de millonarios que le ha sostenido desde que se presentó. Dos tercios de las donaciones del senador vienen de tres lugares: Texas (39%), Nueva York (15%) y Puerto Rico (11%). Este último porcentaje se corresponde con los 10 millones de dólares que donó el magnate Toby Neugebauer, cuya fortuna describe aquí el New York Times. 

2. El calendario le favorecía.

El ascenso de Cruz tuvo mucho que ver con el calendario, que incluía estados muy conservadores al principio de la carrera y dejaba la mayoría de los territorios moderados para el final. Cruz aprovechó esa ventaja para ganar su estado natal con autoridad, derrotar a Trump en estados menores y presentarse como la mejor alternativa para los conservadores que querían frenar al favorito para la nominación.

El orden de los estados es importante. Al fin y al cabo, una campaña presidencial es una carrera de fondo y no todo sucede a la vez. Los medios crean relatos a partir de cada triunfo y someten a los candidatos que pierden a un escrutinio especial.

Este año, por ejemplo, las primarias de Florida se celebraron a mediados de marzo, con Bush fuera de la carrera y Marco Rubio debilitado por sus fracasos en el supermartes. ¿Pero qué habría ocurrido si los habitantes de Florida hubieran votado como hace cuatro años unos días después de los de Carolina del Sur? ¿Habría perdido Marco Rubio en Florida? ¿Se habría retirado Bush en la noche de su derrota en Carolina del Sur si su estado estuviera llamado a las urnas unos días después?

3. Supo ver el flanco débil de Rubio.

La irrupción de Trump derribó el mayor obstáculo que afrontaba la candidatura de Rubio: la presencia en la carrera de Jeb Bush, cuya red de donantes y apoyos era muy similar. Pero la llegada del millonario neoyorquino fue un arma de doble filo para el senador de la Florida porque colocó el foco de las primarias republicanas sobre su punto débil: la inmigración.

Cruz percibió muy pronto la debilidad estratégica de adversario, construyó su discurso en torno a las deportaciones y se rodeó de seguidores tan radicales como el congresista Steve King. Se trataba de emular a Trump pero sobre todo de sembrar dudas sobre la sinceridad de Rubio, que había ayudado a redactar el proyecto de reforma migratoria que aprobó el Senado en junio de 2013 antes de cambiar de opinión.

Según Gallup, la inmigración sólo es el problema más importante de Estados Unidos para el 8% de la población. Pero el discurso racista de Trump lo ha convertido en un asunto de campaña al vincularlo a problemas que sí importan a la mayoría de los americanos como el crimen, el desempleo o el terrorismo. Rubio hizo un esfuerzo por presentarse como un republicano duro en asuntos migratorios pero los republicanos más conservadores no se fiaron de su palabra. Entre otras cosas por los anuncios negativos que financió la campaña de Cruz.

4. Supo ver el giro del partido. 

La irrupción del Tea Party en 2010 revolucionó la política americana pero no produjo en 2012 un candidato presidencial. Mitt Romney siempre fue percibido con desconfianza por la derecha conservadora, que lo presentó como una herramienta del establishment y vio su derrota como una lección. Los republicanos no debían elegir a otro moderado sino a un candidato verdaderamente conservador.

Ese espíritu explica el fracaso de gobernadores como Bobby Jindal o Scott Walker y el ascenso de aspirantes como Ben Carson o Carly Fiorina, que nunca habrían brillado en otra carrera presidencial. Al contrario que otros candidatos, Cruz percibió ese espíritu rebelde de las bases republicanas e hizo todo lo posible por subirse a la ola del descontento conservador.

Lo que no percibió Cruz es que ese descontento no era ideológico. Millones de votantes evangélicos votaron por un aspirante que se había casado tres veces y había cambiado de opinión sobre el aborto. Pesó más que Trump no fuera un político.

Aun así Cruz se las arregló para liquidar a sus otros rivales al convertir su campaña en una bandera para los militantes más recalcitrantes del Tea Party, que hasta ahora no habían llegado tan lejos en una carrera presidencial.

5. Se vengó del ‘establishment’.

Sólo cuatro senadores republicanos han respaldado a Cruz. Ninguno lo apoyó hasta mediados de marzo y tres lo hicieron sólo después de que abandonaran sus candidatos favoritos. Como explicó aquí Juliana Jiménez, Cruz no suscita simpatía entre sus colegas, que en privado critican su afán de protagonismo y incapacidad de trabajar en equipo.

Cruz aprovechó ese desprecio para presentarse como un outsider durante los primeros meses de campaña pese a sus estudios en Princeton y al empleo de su mujer en Goldman Sachs. Pero poco a poco fueron abandonando los aspirantes que habían atraído el apoyo del establishment y los donantes vinculados a la dirección del partido se vieron obligados a elegir entre Cruz y Trump.

El senador cortejó sin tapujos a esos nuevos donantes, que veían a Cruz como el último candidato capaz de mantener unido el partido en tiempos de tribulación. Muchos infravaloraron a Trump durante meses y no percibieron la amenaza que suponía hasta que ya era demasiado tarde.

El respaldo del establishment no sirvió de nada. No sólo por la incomprensible decisión de John Kasich de permanecer en la carrera pese a no tener opciones. También porque Cruz se enfrentaba de pronto a un calendario desfavorable, que le obligaba a competir contra Trump en su propio terreno: los estados urbanos del Atlántico y del Medio Oeste.

Al contrario que Rubio, por ahora Cruz seguirá en el Senado. Su mandato no expira hasta 2018 y es probable que se presente a la reelección. Es probable que se lance de nuevo a la carrera presidencial en 2020. Su futuro, como el de muchos otros republicanos, depende ahora de lo que ocurra con Trump.

    Eduardo Suárez

    Eduardo Suárez (León, 1979) ha ejercido como corresponsal del diario ‘El Mundo’ en Londres, Bruselas y Nueva York y es creador junto a María Ramírez de la web de innovación periodística #nohacefaltapapel. Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca, ha cubierto diversos procesos electorales y ha entrevistado a líderes como Marco Rubio, Tony Blair o Gordon Brown. En 2011 asumió la corresponsalía del diario en Estados Unidos, donde cubrió las elecciones presidenciales de 2012 y el atentado contra el maratón de Boston y donde escribió decenas de historias sobre ciencia, cultura e innovación. Ha ejercido como comentarista en programas de canales como CNN, Univision, BBC, NY1 Noticias o Sky News. Es autor de los libros ‘La carrera’ (2012), ‘El rastro del Exxon Valdez’ (2014) y ‘Marco Rubio y la hora de los hispanos’ (2016). Ganó el Premio Internacional García Márquez al mejor texto de 2014 con un reportaje en Alaska sobre el Exxon Valdez. @eduardosuarez

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