¿Ha conseguido Donald Trump sus objetivos en esta convención?
Julio 22, 2016
|Este lunes, Paul Manafort, el jefe de la campaña de Donald Trump, dijo que la convención en Cleveland tenía cuatro objetivos. Se trataba de mostrar “quién es Donald Trump, la persona, no sólo el candidato”; enseñar los “fallos” de la Administración Obama como un “procesamiento de los años de Obama-Clinton”; retratar “los problemas de personalidad y liderazgo” de Hillary Clinton, y unificar el partido.
Este año la convención está más lejos que lo habitual de la fecha de la votación con lo que las posibilidades de que tenga un impacto directo en el resultado son más bajas. Pero este momento de atención suele ser una oportunidad para que los votantes menos interesados en política tengan una primera impresión de qué les está ofreciendo un partido.
La convención republicana de este año ha sido, sin duda, una de las más turbulentas en décadas. No es habitual ver cómo la campaña reconoce que la aspirante a primera dama plagió frases de la ocupante del puesto y del partido contrario. Como tampoco lo es que no acudan los principales líderes del partido o el gobernador del estado donde se celebra. Ni que el candidato tenga un 30% de votos en contra en la nominación formal o que su ex rival se niegue a pedir el voto para él y sea abucheado.
Pero más allá del ruido, ¿ha conseguido Manafort alguno de sus objetivos?
Trump, la persona
El jefe de campaña contaba como algo extraordinario el intento de trazar un retrato más íntimo del candidato, pero en realidad ése es una de las razones de ser de las convenciones.
Hace cuatro años, la campaña de Mitt Romney emitió un elaborado documental sobre la vida del candidato y puso en el escenario a colegas de su iglesia mormona o a personas a las que había ayudado. El desfile de testimonios personales fue largo, aunque varios de los más cercanos se quejaron después de que la última noche hubiera elegido poner en la hora de máxima audiencia a Clint Eastwood hablando con una silla vacía como si fuera el presidente Obama en lugar de alguien más cercano a Romney.
Trump tuvo mucho cuidado de poner a su hija Ivanka en el puesto más destacado, justo antes de que hablara él en el discurso principal de este jueves. Su hija mayor está acostumbrada a hablar en público, tiene un tono más tranquilo que su padre y ayuda a retratar al candidato como un hombre de familia. Su hijo mayor, también experto en cámaras, Donald Trump junior, dio, en cambio, un discurso más político.
También hablaron varios empleados, pero en los discursos hubo pocos detalles sobre cómo es Trump más allá de su figura pública. La polémica con Ted Cruz, además, mantuvo el tono del candidato y de su campaña igual de agresivo que de costumbre. El mensaje de Trump tampoco fue personal.
Aun así, sus partidarios aseguran que descubrieron más cosas sobre su candidato. “Es una persona genuinamente buena”, comenta Michael Dimanna, un delegado de Colorado al que le ha gustado escuchar a empleados de Trump hablar sobre él.
Los fallos de la Administración Obama
Lo que unía a delegados divididos sobre su candidato era la crítica a la actual Administración.
“El partido se va a unir. ¿Sabes por qué? Nuestro partido no quiere a Hillary Clinton porque es un tercer mandato de Obama. No queremos que pase eso”, dice Mike McDaniel, delegado de Indiana y que apoyó a John Kasich, el gobernador de Ohio que ni siquiera quiso asistir a la convención en Cleveland.
A diferencia de otras reuniones republicanas de los últimos años, no había tantos mensajes agresivos contra el presidente Obama, aunque los oradores criticaron duramente su política para extender el seguro sanitario o su política exterior. Varios lo retrataron como parte de un sistema que beneficia a los más ricos, siguiendo la línea de protestas contra el establishment que nació con Occupy Wall Street y que ha llegado también hasta los demócratas con Bernie Sanders.
Este aspecto quedó cubierto, aunque la mayoría de los oradores se centraron en atacar a Hillary Clinton. Cualquier palabra sobre ella es lo que más movilizaba a todos los delegados.
Atacar a Hillary
Sin duda, éste fue un objetivo conseguido.
Hubo un segmento dedicado a Bengasi en que la madre de uno de los empleados del Gobierno asesinado en el ataque de 2012 en Libia acusó a Clinton de haberle mentido y de ser responsable “personalmente” de la muerte de su hijo.
Chris Christie, el gobernador de Nueva Jersey, dijo que su discurso pretendía ser un “procesamiento” de Clinton aprovechando que él fue fiscal. Eso animó al público con uno de los cánticos más repetidos en esta convención: “Lock her up” (“enciérrenla”). El coro era ya entonado estos días aunque la crítica desde el escenario no fuera tan agresiva. Por ejemplo, cuando habló Mike Pence. El candidato a vicepresidente no utilizó palabras tan duras contra Clinton: la definió “secretaria del statu quo“. Pero eso bastó para desatar los coros y agitar las pancartas caseras con ese mensaje.
Durante la convención, el servicio secreto confirmó que estaba investigando a un portavoz de Donald Trump en New Hampshire que dice que Clinton debería ser “ejecutada”.
Esta agresividad contra el contrincante, al menos desde la campaña oficial, es inédita en las últimas décadas de historia presidencial.
Barbara Perry, directora de Estudios Presidenciales del Miller Center de la Universidad de Virginia, dice que la comparación que se le ocurre en cuanto a la brutalidad de los insultos es la de la campaña de Thomas Jefferson contra John Adams en 1800. “Fue muy cruel, muy amarga”, explica Perry. Pero hasta Jefferson y Adams se reconciliaron al final de sus vidas y entablaron una correspondencia fluida (su sintonía acabó siendo tan intensa que murieron el mismo día, el 4 de julio de 1826, en el 50 aniversario de la declaración de independencia).
El objetivo está conseguido, pero Perry comenta que se trata de una estrategia peligrosa. Los ataques personales contra los Clinton en los 90 acabaron con gran popularidad para la pareja. Y cree que ha faltado algún mensaje más positivo en esta convención.
“Normalmente, en las convenciones los primeros dos días están dedicados a dar carnaza a la base, pero el miércoles y el jueves los aspirantes a vicepresidente y a presidente rebajan el tono”, explica Perry. En este caso, la tensión y la agresividad contra Clinton se han mantenido muy altas hasta el final. “No veo que se ganan votos así. Los más convencidos ya están”.
Sin embargo, en este caso, Clinton es tan impopular entre los republicanos que Trump cuenta con que el temor a verla de presidenta haga superar a parte de los reticentes sus dudas sobre él. Espera que los partidarios de Ted Cruz, Marco Rubio o Jeb Bush no se vayan al libertario Gary Johnson ni se queden en casa el 8 de noviembre.
Unificar el partido
Manafort dijo al principio de la semana que el partido ya estaba unido y que la elección de Mike Pence con aspirante a vicepresidente había “acelerado incluso más ese proceso”. Unos días después, dijo que la unidad del partido se vería “para el jueves”. El lema de la última sesión era “Make America One Again“.
El conflicto era evidente en los pasillos, en el escenario, en el piso y en los hoteles donde se celebraban los desayunos formales con las delegaciones. Una delegada de Utah incluso denunció que varios seguidores de Trump la habían acorralado delante de un baño y la habían amenazado de muerte por protestar para que se cambiaran las reglas y que cualquier delegado pudiera votar con libertad.
El momento de máxima tensión fue cuando Cruz no pidió el voto para Trump en su discurso y gran parte del auditorio lo abucheó. Su esposa fue insultada en el piso y tuvo que salir rodeada de seguridad. Ella y su marido fueron increpados por la presidenta del partido en el estado de Washington unos minutos después. Los enfrentamientos llegaron después al hotel Marriott a pocos pasos de la convención donde se hospedaba la delegación de Texas.
El jueves por la mañana, Cruz acudió a un desayuno para explicar por qué no había pedido el voto por Trump. Se sometió a las preguntas de los delegados y algunos le gritaron y se enfrentaron entre ellos.
Jorge Villareal, uno de los delegados, contó después que temió que alguien pudiera agredir a Cruz. “No sabía si había pistolas. Estábamos en el hotel y nadie nos había controlado”, contó. A él le convenció la explicación de Cruz de que no había querido apoyar a Trump porque había insultado a su esposa.
Pero Villareal está decepcionado con la división de su partido. En las primarias apoyó a Jeb Bush y en noviembre planea votar a Gary Johnson, el candidato libertario, y esperar a que en 2020 se elija un candidato mejor.
Otro joven delegado de Texas explicaba que él iba a votar por Trump porque creía que era “el elegido por Dios”, pero entendía la actitud de Cruz por los insultos a su familia. “Rezaré por él para que perdone a Trump. Rezaré por Trump también”. Otro delegado de Texas que llevaba en la solapa una chapa de Trump se acercó a criticarle por ese comentario, pero al ver periodistas se marchó.
Incluso en la gran noche de Trump, los delegados seguían hablando de Cruz.
“Al principio cuando subió le aplaudí. Pero no estuvo bien lo que hizo. Me decepcionó mucho. Le abucheé”, dice Michael Dimanna, delegado de Colorado. “No cumplió su palabra. La gente está cansada de políticos que no hacen lo que dicen”.
Sondra Zeigler, delegada de Texas, se queja de la reacción de los partidarios de Trump, especialmente de la delegación de Nueva York y defiende que Cruz diera explicaciones al día siguiente. “Fue muy valiente lo de ponerse ahí y aceptar las preguntas. Aguantó lo que le cayó encima”, cuenta.
“Hay mucha presión en esta convención en general para que te subas al tren de Trump. Algunos de nosotros tenemos muchas reservas sobre él y no nos sentimos capaces de coger los pompones y hacer de animadores”, dice Ziegler. Para convencerla, Trump tendría que hacer cosas que, dice, podría haber hecho ya, por ejemplo “disculparse por lo que dijo que otros competidores en las primarias”.
Ziegler lleva años involucrada en política local y nacional como voluntaria. Viaja a otros estados para ayudar a candidatos de su partido, hace llamadas para pedir dinero y pide el voto de puerta a puerta. “No es muy inteligente que Trump aliene así a una aparte del partido… Piensa que no necesita a gente como yo. Veremos”.
María Ramírez
Reportera y analista política de Univision Noticias. Nació en Madrid en 1977 y estudió Periodismo en la Universidad de Columbia con una beca Fulbright. Trabajó durante 15 años como corresponsal de El Mundo (España) en Nueva York, Milán y Bruselas. Fundó la web de innovación periodística #nohacefaltapapel y el diario El Español. Colabora con NY1 Noticias. Es autora de La Carrera: Retrato de 10 candidatos cuyo ascenso marca el futuro de América (2012) y Marco Rubio y la hora de los hispanos (Debate, 2016). @mariaramirezny