Por qué los hispanos pueden decidir el destino de Bernie Sanders en Iowa
Febrero 01, 2016
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Un empleado del Servicio Secreto custodia la puerta de la sede de la campaña de Bernie Sanders en Marshalltown. Cuatro minutos antes de las cinco de la tarde, se abre la puerta del autobús y el candidato demócrata entra en el edificio para una última arenga en la víspera de la cita electoral.
Dentro se hacinan decenas de seguidores en un salón de unos 15 metros cuadrados decorado con recortes de artículos sobre el candidato y carteles con frases inspiradoras de Muhammad Ali o Martin Luther King. Muchos son jóvenes que han llegado a la política seducidos por el extraño encanto de Sanders, cuyos eventos están llenos de universitarios que están a punto de votar por primera vez.
Ni siquiera el senador de Vermont pensaba que llegaría tan lejos cuando se lanzó a la carrera presidencial. Si ha llegado hasta aquí es porque ha sabido conectar con el malestar de los perdedores de la crisis y detectar antes que nadie que muchos demócratas se sentían decepcionados con Barack Obama y estaban dispuestos a apostar por un giro radical.
Esa promesa de un cambio profundo es la base del discurso de Sanders, que se presenta en la víspera de los caucus como el hombre llamado a instaurar conquistas europeas como la baja maternal o la universidad gratuita y a cercenar el poder omnímodo de Wall Street. Algunos desconfían de su retórica populista y de la posibilidad de llevar a cabo algunas de sus promesas. Pero el aspirante responde con una frase de John F. Kennedy: “El cambio es la ley de la vida y aquéllos que sólo miren al presente y al pasado perderán el futuro”.
Sanders es consciente de que se enfrenta a la poderosa maquinaria de los Clinton y ha optado por la única estrategia viable: construir una base amplia de pequeños donantes que le permita resistir en una campaña que podría alargarse hasta el principio de la primavera. El objetivo es emular el éxito de Obama en 2008 captando contribuciones muy pequeñas y movilizando a universitarios de estados como Indiana, Illinois o Minnesota para llevar a la gente a votar.
Las cifras indican que por ahora lo está logrando. Ha recaudado 20 millones de dólares durante el mes de enero pero hay un dado aún más importante: su campaña ha recibido pequeñas donaciones de más de tres millones de personas. Una cifra notable para un candidato que combate contra una maquinaria de recaudación respaldada por Wall Street.
Muchos de los voluntarios de Sanders se han pagado el hotel de su bolsillo y otros se alojan con familias de voluntarios que se encargan de su manutención. “Estoy aquí porque creo que Bernie puede dar la sorpresa en Iowa”, dice Christov Churchward, que ha llegado desde Minneapolis. “Yo entré en política en 2008 de la mano de Joe Biden porque me parecía un tipo sincero y ahora veo esa sinceridad en Bernie, cuya humanidad está por encima de las estructuras. No somos votantes enfadados pero sí nos preocupa lo que ocurre y queremos ver cambios de verdad”.
Sanders y Trump son personajes bien distintos pero sus seguidores se mueven por los mismos instintos: el descontento con los que mandan, la percepción de que los políticos son marionetas en manos de los poderes económicos y la impresión de que el sistema está amañado a favor de Wall Street.
Es un mensaje que el senador demócrata subraya entre aplausos unos minutos antes en el evento de Waterloo, donde presume de que está poniendo nerviosos a los políticos, a los medios del establishment y a los financieros de Wall Street. “La nuestra es una campaña del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, dice parafraseando a Lincoln. “Estamos listos para ir a las barricadas para defender una economía que funcione para las familias obreras y no sólo para los ricos que donan dinero a las campañas”.
Sanders nunca cita por el nombre a su adversaria pero el aire improvisado de sus mítines contrasta con la planificación al milímetro de los de Clinton. La audiencia de Waterloo es una mezcla de jóvenes imberbes y abuelos barbudos con pinta de profesores de universidad. Todos jalean al senador cuando habla sobre la desigualdad o sobre el paro de los jóvenes y de las minorías y a ninguno le gusta que comparen a su ídolo con Trump. “Trump quiere dividirnos pero mi objetivo no es dividirnos sino unir a la gente”, dice Sanders en su única (vaga) referencia a la inmigración.
Es difícil encontrar seguidores latinos en el mitin de Waterloo o en el acto de Marshalltown. El mensaje populista de Sanders no ha calado entre los hispanos de Iowa. La mayoría respalda la campaña de Martin O’Malley porque ha escuchado sus propuestas y ha presentado un plan detallado sobre inmigración.
Olvidarse de los hispanos no parece una buena estrategia para Sanders. Sobre todo a la luz de los sondeos, que auguran un resultado ajustado en el que cada voto puede contar. En muchos caucus, el respaldo a O’Malley no alcanzará el mínimo del 15% y sus seguidores hispanos se verán obligados a elegir entre Clinton y el senador de Vermont. ¿Decidirán sus votos el ganador?
La respuesta la tienen jóvenes como Tlixali Orozco, que estudia Ecología Animal en Marshalltown y votará este lunes por primera vez. Orozco nació aquí pero algunos de sus familiares son indocumentados y durante meses no tenía claro a quién votar. Ahora cree que votará por Sanders pero admite que O’Malley es más popular entre sus amigos hispanos. “Muchos dicen que tiene mejores propuestas sobre inmigración. El problema de Bernie es quizá que se centra en otros asuntos como la economía o la educación. Pero yo creo que se fija en cosas importantes. Todo el mundo debería tener la oportunidad de ir a la universidad. Muchas personas que conozco son inteligentes pero no pueden hacerlo”.
Este lunes Tlixali votará por primera vez en un caucus y se llevará a su madre, que llegó con su esposo a Marshalltown para hacer hamburguesas en la fabrica de carne de la ciudad. “Estoy segura de que mi madre votará por Bernie y no por O’Malley. Es el candidato con más posibilidades de ganar”.
Eduardo Suárez
Eduardo Suárez (León, 1979) ha ejercido como corresponsal del diario ‘El Mundo’ en Londres, Bruselas y Nueva York y es creador junto a María Ramírez de la web de innovación periodística #nohacefaltapapel. Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca, ha cubierto diversos procesos electorales y ha entrevistado a líderes como Marco Rubio, Tony Blair o Gordon Brown. En 2011 asumió la corresponsalía del diario en Estados Unidos, donde cubrió las elecciones presidenciales de 2012 y el atentado contra el maratón de Boston y donde escribió decenas de historias sobre ciencia, cultura e innovación. Ha ejercido como comentarista en programas de canales como CNN, Univision, BBC, NY1 Noticias o Sky News. Es autor de los libros ‘La carrera’ (2012), ‘El rastro del Exxon Valdez’ (2014) y ‘Marco Rubio y la hora de los hispanos’ (2016). Ganó el Premio Internacional García Márquez al mejor texto de 2014 con un reportaje en Alaska sobre el Exxon Valdez. @eduardosuarez