La acción ejecutiva entra en la campaña: los dilemas de Marco Rubio, Hillary Clinton y Jeb Bush
Diciembre 08, 2014
¿Cómo puede influir la acción ejecutiva sobre inmigración en la carrera presidencial de 2016? Se podría decir que es una pregunta prematura si no fuera por la aceleración inexorable de la campaña, cuyos primeros escarceos empiezan a vislumbrarse en el horizonte. Los primeros aspirantes empiezan a sugerir sus intenciones y mueven sus peones en los estados donde arrancará la batalla electoral.
La inmigración no estuvo entre los asuntos estrella en las presidenciales de 2012. Entre otras cosas por los efectos de la crisis económica, que hicieron mermar la presión en la frontera y redujeron la tensión emocional.
Esta vez la inmigración sí podría ser un factor decisivo en la carrera hacia la Casa Blanca. Al fin y al cabo, ningún otro asunto ha suscitado un debate tan encendido durante el segundo mandato de Obama. Primero fue la reforma migratoria aprobada por el Senado y bloqueada por los republicanos en la Cámara de Representantes. Luego la crisis generada por la llegada masiva de menores de Centroamérica y la acción ejecutiva del presidente, celebrada por los hispanos pero muy criticada por líderes conservadores y por algunas voces progresistas que ponen en duda su constitucionalidad.
El decreto de Obama incomoda a aspirantes republicanos como Rick Perry, Scott Walker o Chris Christie, que perciben la inmigración como un problema en unas primarias en las que sus rivales más conservadores amenazan con arrastrarlos a una posición demasiado radical. En este artículo, sin embargo, me centraré en los dilemas que suscita la acción ejecutiva para los tres candidatos mejor valorados entre los hispanos: la demócrata Hillary Clinton y los republicanos Marco Rubio y Jeb Bush.
El problema de la favorita
Hillary Clinton se apresuró a anunciar su apoyo a la iniciativa de Obama en este tuit. “Gracias al presidente por actuar sobre inmigración después de la inacción”, escribió la líder demócrata antes de añadir: “Ahora debemos lograr una reforma permanente aprobada por los dos grandes partidos”.
La referencia a la necesidad de una reforma permanente es un detalle muy interesante. Sobre todo a la luz de sondeos como éste, que indican que el decreto no convence al menos a la mitad de la población. Clinton no critica la decisión de Obama pero se presenta como una aspirante capaz de forjar más acuerdos que el hombre al que aspira a suceder.
Y sin embargo la líder demócrata no criticó a Obama al abordar el asunto en este evento millonario que se celebró hace unos días en un rascacielos neoyorquino. “Deberíamos recordar que este tema tiene que ver con las vidas de la gente. Me atrevo a decir que tiene que ver con quienes nos han preparado la cena y con quienes nos la han servido”, explicó Clinton, que por cierto desveló que no deja de pensar en el republicano Theodore Roosevelt, que asumió la presidencia en un momento de grandes desigualdades en la sociedad.
La aspirante demócrata siempre ha sido muy popular entre los hispanos, que la ayudaron durante las primarias de 2008 en estados como Texas, Nevada o California y que aún se refieren a ella como ‘nuestra amiga’. Un apodo que nació durante aquella campaña electoral. Y sin embargo eso no quiere decir que Clinton sea una candidata invulnerable entre los latinos. Así lo demuestran los jóvenes que han interrumpido sus mítines a gritos y el rechazo que suscitaron sus palabras sobre la crisis humanitaria de los niños centroamericanos.
¿Votarán los hispanos por ella en 2016? Este sondeo de la firma Latino Decisions sugiere que la mayoría sólo lo hará si extiende los efectos de la acción ejecutiva de Obama sobre inmigración. Aunque esa cifra podria variar dependiendo del candidato republicano. Sobre todo si es uno de los dos aspirantes que cito a continuación.
El pecado original del senador
La agencia Reuters publicó aquí hace unos días que los republicanos se disponen a presentar varias leyes sobre inmigración. Esta vez sus iniciativas se aprobarían primero en la Cámara de Representantes y se someterían luego al criterio del Senado, donde los demócratas se encuentran en minoría por primera vez desde noviembre de 2006.
El proyecto cuenta con el respaldo de legisladores tan influyentes como John McCain o Mario Díaz-Balart y promete ser un quebradero de cabeza para el senador hispano Marco Rubio, que respaldó el proyecto aprobado en el Senado en junio de 2013 y se desdijo unos meses después.
La reforma migratoria es un asunto espinoso para Rubio, que no quiere enfadar a los votantes más conservadores pero al mismo tiempo se presenta como el líder llamado a reconquistar el respaldo de los hispanos para los republicanos en la próxima carrera presidencial.
El senador ha cambiado sus puntos de vista sobre inmigración en varias ocasiones. Esta carta que envió a Obama a finales de agosto refleja más o menos su posición actual, que se resume en una oposición a la acción ejecutiva por considerar que aleja la posibilidad de una reforma más ambiciosa, aprobada por demócratas y republicanos antes de 2016.
Algunos analistas aseguran que el decreto del presidente supone una oportunidad de oro para Rubio. Una opinión que no compartía hace unos meses el activista conservador Steve Deace, que percibía los titubeos del senador como un obstáculo insalvable en la pugna por ganar los caucus de Iowa en febrero de 2016.
La iniciativa legislativa que se avecina obligará al senador hispano a volver a definirse. Apostar de nuevo por la reforma podría arrebatarle apoyo durante las primarias pero no hacerlo le dejaría sin uno de sus grandes activos como candidato: su conexión con un sector del electorado que los republicanos necesitan para ganar. Sobre todo en su estado de Florida, según explica Nate Cohn en este análisis postelectoral.
Gobernador y autor de un libro
Marco Rubio no es el único republicano para el cual la inmigración es un arma de doble filo. Lo es también para su mentor Jeb Bush, que lanzó este comunicado criticando la acción ejecutiva y llamando a los republicanos a aprobar una reforma que resuelva los problemas del actual sistema de inmigración: “Una vez más, el presidente Obama ha puesto sus intereses por delante de su liderazgo y de las leyes que requiere esta nación excepcional. Ha llegado la hora de que actúen los líderes republicanos del Congreso. Debemos demostrar a los americanos que somos el partido que afronta los desafíos más graves y construye un amplio consenso”.
Se podría decir que Bush sabe de lo que habla. En la primavera de 2013 publicó junto al activista conservador Clint Bolick este libro: un ensayo en el que explica muy bien los términos del debate sobre inmigración. Quien quiera más detalles sobre el libro puede encontrarlos en esta crítica de Vincent Cannato en el ‘Wall Street Journal’ o en esta otra de Manuel Roig-Franzia en el ‘Washington Post’.
Roig-Franzia cuenta la polémica que generó el ensayo de Bush entre los republicanos más conservadores, que lo percibieron como la prueba del nueve de que el ex gobernador no era un político de fiar. Y sin embargo el libro ni siquiera defiende una vía hacia la ciudadanía para los inmigrantes sin papeles. “Sería una recompensa inmerecida por una conducta que no debemos fomentar”, escribe el ex gobernador, que sí está a favor de otorgar la residencia legal en Estados Unidos a aquellos indocumentados que paguen una multa y declaren su culpabilidad.
Bush no ha ido tan lejos como Marco Rubio y la inmigración no es el único pecado que le atribuyen los elementos más conservadores de los republicanos. Pero el debate que se avecina le obligará a pronunciarse una vez más sobre un asunto que no le beneficia en un estado como Iowa, donde está obligado a competir si quiere despegar en la carrera presidencial.
Jeb Bush está casado con una mexicana y habla español mejor que muchos jóvenes cubanos, según confesó el propio Marco Rubio, que durante años fue su discípulo y ahora podría ser uno de sus rivales en 2016. Pero esos atributos no le servirán de mucho si no sobrevive a unas primarias que se antojan difíciles para cualquier candidato que se proponga pactar con los demócratas sobre inmigración.