Así explican algunos irreductibles de Sanders por qué votarán republicano: “Trump menos peligroso que Hillary”
Julio 27, 2016
|Hubo lágrimas en los pómulos de algunas delegadas demócratas en Filadelfia. La elección de Hillary Clinton era una conquista histórica para un país donde las mujeres han ido conquistando poco a poco cada parcela de poder.
Ese momento brilló por encima de cualquiera de los oradores. Era un día para recordar el día en que se aprobó el sufragio femenino y el día de 1848 en que un grupo de sufragistas se reunieron en Seneca Falls.
Ese momento solemne lo celebró la inmensa mayoría de los delegados. También por muchos de los seguidores de Bernie Sanders, que interrumpió la votación y pidió a los delegados que declaran a su adversaria candidata por aclamación.
Hubo una minoría, en cambio, que abandonó el recinto unos minutos después de la votación. No eran más de 100 personas. Pero se colaron en la carpa donde trabajamos los periodistas y hicieron todo lo posible por atraer nuestra atención.
Lucían pancartas contra la dirección demócrata o contra los Clinton, escupían insultos contra la banca o contra los medios y se quejaban de que las primarias no habían sido justas. Sanders habría ganado si hubiera habido un proceso justo, decían sobre su decisión.
Muchos llevaban la boca tapada con un esparadrapo o con un trozo de tela. Otros estaban dispuestos a seguir protestando a la salida de la convención. Eran los seguidores irreductibles de Bernie Sanders, que criticaban ahora la decisión del senador de pedir el voto para su adversaria y amenazaban con no volver a sus asientos en la convención.
Dos puertorriqueños se quejaban de que algunos de sus amigos no habían podido votar y de que otros en cambio habían votado dos veces. Una delegada del estado de Washington me decía que el gran problema de Estados Unidos era “el dinero que meten en la política los multimillonarios” y aseguraba que “a Clinton no le importan ni la gente ni su país”.
Son argumentos que Sanders defendió durante meses en sus mitines y que ahora algunos de sus seguidores se resisten a abandonar. ¿Por qué votar por una candidata a la que su líder definió como corrupta y poco de fiar?
Estos irreductibles piensan que Trump y Clinton son el mismo perro con distinto collar y que no votarán en noviembre por ninguno de los dos. Lo decían también algunos hispanos como el californiano Carlos Marroquín, que ha hecho campaña por Sanders durante meses y que dice ahora que algunos de sus colegas votarán por Trump.
“No reconocemos lo que ha sucedido aquí”, me decía Marroquí este martes. “Sabemos que las elecciones fueron robadas. Hubo fraude en cada estado. Es imposible reconocer el triunfo de Hillary porque no hubo un proceso justo. El senador Sanders ha pedido el voto para Clinton porque si no, no le habrían dejado hablar. Pero nosotros tenemos conciencia. Estamos votando y peleando con nuestra conciencia. Algunos incluso quieren votar por Trump”.
¿Por qué querría un hispano votar por un candidato que define a los inmigrantes como asesinos o violadores y que quiere deportar a 11 millones de indocumentados? “Muchos aquí creen que es Trump menos peligroso que Hillary. Lo que ella hace es peor que lo que él dice”, me decía una delegada de origen chileno que había nacido en Nueva York.
No es un argumento nuevo. Pero los seguidores más recalcitrantes de Sanders lo han refinado durante estos meses y así lo expresaba el delegado Marroquín: “Este país no puede tener un dictador. Mire lo que ocurrió con Obama. No le dejaron hacer muchas de las cosas que quería llevar a cabo. Existen un Senado y una Cámara de Representantes. Lo mismo ocurrirá con Trump”.
Es un argumento imperfecto. Es cierto que la Constitución limita los poderes del presidente, que no puede por ejemplo subir el salario mínimo, aprobar la reforma migratoria o firmar un acuerdo de libre comercio sin el respaldo de las dos cámaras del Congreso.
Así definieron el sistema los padres fundadores, que no querían concentrar el poder en una sola persona por miedo a que sus conciudadanos eligieran a un demagogo que se erigiera como dictador. Pero el presidente tiene un poder omnímodo sobre los ejércitos y sobre la política exterior. Puede aprobar acciones ejecutivas para deportar o rescatar a millones de personas y cubrir las vacantes del Supremo con jueces de corte progresista o conservador.
El problema de la candidata demócrata es que despierta suspicacias entre algunos votantes de izquierdas, que le reprochan algunas de sus decisiones. Clinton votó a favor de invadir Irak y en contra de algunas políticas progresistas.
“Yo tengo corazón y tengo conciencia”, decía este martes una delegada. “Me importa el planeta y también la educación. Tengo un hijo de 15 años y me da miedo que Clinton nos meta en otra guerra”. La candidata demócrata tiene ahora cuatro meses para despejar esas dudas y sumar más votos por la extrema izquierda. Por ahora no parece probable que lo pueda lograr.
Eduardo Suárez
Eduardo Suárez (León, 1979) ha ejercido como corresponsal del diario ‘El Mundo’ en Londres, Bruselas y Nueva York y es creador junto a María Ramírez de la web de innovación periodística #nohacefaltapapel. Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca, ha cubierto diversos procesos electorales y ha entrevistado a líderes como Marco Rubio, Tony Blair o Gordon Brown. En 2011 asumió la corresponsalía del diario en Estados Unidos, donde cubrió las elecciones presidenciales de 2012 y el atentado contra el maratón de Boston y donde escribió decenas de historias sobre ciencia, cultura e innovación. Ha ejercido como comentarista en programas de canales como CNN, Univision, BBC, NY1 Noticias o Sky News. Es autor de los libros ‘La carrera’ (2012), ‘El rastro del Exxon Valdez’ (2014) y ‘Marco Rubio y la hora de los hispanos’ (2016). Ganó el Premio Internacional García Márquez al mejor texto de 2014 con un reportaje en Alaska sobre el Exxon Valdez. @eduardosuarez