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GUÍA PARA COMPRENDER LA POLÍTICA EN AMÉRICA

María Ramírez

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Eduardo Suárez

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Eduardo Suárez

Por qué esta vez fue distinto: nueve mitos que han dinamitado las primarias de 2016

Mayo 17, 2016

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Eduardo Suárez

Por qué esta vez fue distinto: nueve mitos que han dinamitado las primarias de 2016

 

Las primarias que ahora concluyen se han llevado por delante un puñado de ideas preconcebidas sobre el proceso electoral en Estados Unidos. A continuación hago una lista de las cosas que muchos dimos por hecho y que fueron ciertas hasta que dejaron de ser verdad.

1. Un Bush nunca pierde

Muchos analistas creyeron que Jeb Bush sería el candidato republicano. N0 sólo por el poder que sigue ejerciendo su familia. También por la impresión de que el partido debía encontrar un aspirante con experiencia de gobierno capaz de medirse a Hillary Clinton en la carrera presidencial.

El desplome de Bush fue el fruto de la irrupción de Trump pero también de sus propios errores. El candidato llevaba una década fuera de la política y nunca llegó a conectar con los votantes republicanos, que habían girado a la derecha desde que dejó de ser gobernador. Tampoco midió bien la amenaza que suponía Marco Rubio, que laminó su campaña en este debate del otoño y le obligó a librar una guerra en dos frentes: contra él y contra Trump.

Su hermano George W. Bush es aún popular entre un sector de la población. Pero Jeb construyó su discurso y su campaña a espaldas de su legado, ofreciendo una impresión contradictoria sobre uno de sus grandes activos: su pertenencia a una de las dinastías más poderosas del país. Sólo al final rescató a su madre y a su hermano en New Hampshire y Carolina del Sur. Ya era demasiado tarde para ganar.

2. Es clave tener un super-PAC

El dinero siempre ha sido un ingrediente fundamental en las campañas presidenciales. Pero más aún desde la sentencia del Supremo sobre Citizen United, que impide al Gobierno federal restringir el gasto de los grupos ajenos a las campañas, que se conocen aquí como super-PAC.

Demócratas y republicanos han explotado a fondo esa herramienta, que permite a donantes millonarios saltarse el tope de 2.500 dólares que pueden dar a cada candidato según la legislación del Gobierno federal. Este extremo ha disparado el gasto y ha potenciado la influencia de super-PAC vinculados a grandes donantes como Sheldon Adelson, Norman Braman, Jeffrey Katzenberg o Steve Wynn.

Este año, en cambio, el dinero de los grupos externos no ha sido decisivo durante las primarias. Sanders se ha financiado sin crear un super-PAC ni recurrir a donaciones millonarias. Trump se ha pagado parte de la campaña de su bolsillo y por ahora se ha financiado sin recurrir al sistema habitual. Ambos han retratado a sus rivales como títeres en manos de sus recaudadores y se han presentado como dos aspirantes más libres por su independencia económica de Wall Street.

3. Gana quien más recauda

Esta vez no fue así entre los republicanos, donde Trump se llevó el triunfo pese a recaudar tres veces menos Jeb Bush o Ted Cruz. El éxito del magnate tiene que ver con el trato que ha recibido en los medios pero también con su perfil público. Las campañas gastan mucho dinero en presentar ante el electorado a candidatos desconocidos fuera de sus estados. Trump ya era famoso antes de empezar.

Sus diatribas en Twitter y sus palabras agresivas en los actos de campaña han permitido a Trump difundir su mensaje y potenciar su imagen de outsider por mucho menos dinero que sus rivales pero no sólo ganó por eso. Candidatos como Bush o Cruz no lo tomaron en serio hasta que ya era demasiado tarde y dirigieron sus anuncios contra adversarios como Rubio en lugar de disparar contra Trump.

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4. 2016 es el año de un gobernador

Muchos republicanos dieron por hecho que estas elecciones eran una oportunidad para un gobernador que se presentara como el antídoto al descrédito de Washington y a la inexperiencia de senadores como Rubio o Cruz. Así cabe explicar la presencia en la campaña de candidatos como Chris Christie, George Pataky, Jim Gilmore, Bobby Jindal, Rick Perry, Scott Walker o el propio Jeb Bush.

El ascenso inesperado de Trump dejó claro que este año los votantes no buscaban un gobernante con experiencia sino un outsider y que 2016 no era un buen año para cualquier candidato que se presentara como un político profesional. El éxito relativo de aspirantes como Ben Carson o Carly Fiorina tiene que ver con ese espíritu contra el establishment, que se ha revelado como una constante en cada sondeo poselectoral.

5. Hillary no tiene rival   

Todos daban por hecho que las primarias demócratas serían un paseo militar para Hillary Clinton. Aspirantes populares como Joe Biden o Elizabeth Warren habían descartado presentarse y el entorno de la candidata temía que su elección fuera percibida una coronación.

Bernie Sanders cambió el guión y aprovechó los puntos débiles de Clinton para distinguirse de rivales mediocres como Lincoln Chafee o Martin O’Malley y para construir su campaña en torno a la lucha contra la desigualdad y la influencia de Wall Street.

El éxito de Sanders fue detectar el descontento de la izquierda demócrata con la inacción forzosa de Obama en política doméstica y retomar los eslóganes y las propuestas de Occupy Wall Street. La impopularidad de Clinton y sus conexiones con los poderes fácticos hicieron el resto y ayudaron a encumbrar al senador, que ha logrado que su adversaria entre en la recta final de las primarias sin llegar a la cifra de delegados que otorga la nominación.

6. Sólo importa sacar a la gente a votar

Libros como The Victory Lab difundieron la idea de que la publicidad masiva era cada vez más importante para las campañas, centradas desde hace unos años en el neuromárketing y en adaptar sus mensajes a cada interlocutor. De pronto los spots y las vallas publicitarias eran menos importantes que los envíos personalizados y los trucos de ingeniería social destinados a llevar a la gente a votar.

Esa estrategia se conoce aquí como ground game y exige nociones de psicología social pero también una red sobre el terreno que requiere recursos y capilaridad. Ningún candidato republicano comprendió mejor ese escenario que Cruz aunque su estrategia quedó al descubierto y lo dejó en ridículo en alguna ocasión.

Trump ganó las primarias desafiando los principios de ese nuevo paradigma: sin apenas oficinas en los estados y con una campaña basada en su presencia en los debates y en el impacto de las redes y la televisión. El éxito tiene que ver con el perfil del magnate y es difícil de emular. Pero muchos lo estudiarán en los años venideros como la prueba de que no todo en la campaña puede planearse de antemano. Una personalidad fuerte puede tener un peso brutal.

7. Gana el candidato con más opciones en otoño

Demócratas y republicanos han coqueteado en el último medio siglo con la posibilidad de elegir a candidatos con muy pocas posibilidades de llegar a la Casa Blanca. Pero sólo lo hicieron en dos ocasiones: al elegir al republicano Barry Goldwater en 1964 y al demócrata George McGovern en 1972. Las primarias son un sistema imperfecto pero suele ganar el aspirante con más posibilidades de atraer a los votantes del otro partido. Este año no fue así.

Candidatos como Bush, Kasich o Rubio tenían más opciones de batir a Clinton en otoño y eran mucho más populares entre el electorado. Pero aun así los republicanos han optado por elegir a Trump. Entre sus seguidores hay personas de clase obrera pero también pequeños empresarios que aventuran que será en la Casa Blanca tan implacable como en su programa televisivo y que valoran sobre todo su perfil empresarial.

Los demócratas han elegido a Hillary Clinton, cuyo índice de popularidad es cada vez más pequeños. Trump y Clinton son los candidatos más impopulares de la Historia según estas cifras sacadas del sondeo que publican el canal CBS y el New York Times.

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8. La inmigración no da votos

Muchos creyeron que la inmigración ilegal había dejado de ser un asunto decisivo para los republicanos. Los sondeos indican que sólo una minoría considera la inmigración el problema más importante y las cifras indican un frenazo de las llegadas de indocumentados después de la Gran Recesión.

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Y sin embargo Trump colocó la inmigración en el centro de su campaña y la usó para empujar al abismo a adversarios como Rubio o Bush. Lo hizo vinculándola a problemas que muchos votantes sí perciben como importantes: el cierre de las fábricas en estados como Indiana o Wisconsin, la amenaza terrorista del ISIS después de la masacre de San Bernardino o la crisis de la heroína en algunas ciudades del Noreste del país. Ninguno de esos problemas tiene nada que ver con la inmigración ilegal. Pero el discurso populista del candidato republicano los unió de una forma que conectó con la minoría que vota en las primarias republicanas y usó ese respaldo para ganar.

9. Un republicano así no puede ganar

Trump elogió el trabajo de Planned Parenthood, endosó a George W. Bush la responsabilidad del 11S, insultó a actrices, periodistas y adversarios, sugirió que dejaría de pagar la deuda del Tesoro y se pronunció a favor de que los transexuales usaran el baño que quisieran en Carolina del Norte. Estos cinco detalles reflejan la heterodoxia del candidato republicano, cuyo mensaje desafía el discurso dominante entre los republicanos y todavía causa cierta perplejidad.

El fenómeno Trump no se ajusta a ningún cálculo de campaña. Los votantes evangélicos han apoyado en masa al magnate pese a sus dos divorcios y a su sinuosa vida sexual. Los activistas del Tea Party lo han respaldado pese a sus sugerencias sobre el déficit y su apoyo a programas como Medicare. Muchos de los votantes que añoran a Reagan lo apoyan pese a haber admitido que siente admiración por Putin y pese a decir que sería neutral en la disputa entre Palestina e Israel.

Hasta ahora la personalidad de Trump ha difuminado sus contradicciones pero se antoja difícil que sobreviva a la campaña que se avecina. Aun así quedan seis meses de campaña y es difícil apostar en una carrera presidencial que ha dinamitado tantas ideas preconcebidas. Los sondeos aseguran que el magnate neoyorquino no tiene ninguna opción contra Hillary Clinton. ¿Será cierto o tan sólo otro mito a punto de caer?

    Eduardo Suárez

    Eduardo Suárez (León, 1979) ha ejercido como corresponsal del diario ‘El Mundo’ en Londres, Bruselas y Nueva York y es creador junto a María Ramírez de la web de innovación periodística #nohacefaltapapel. Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca, ha cubierto diversos procesos electorales y ha entrevistado a líderes como Marco Rubio, Tony Blair o Gordon Brown. En 2011 asumió la corresponsalía del diario en Estados Unidos, donde cubrió las elecciones presidenciales de 2012 y el atentado contra el maratón de Boston y donde escribió decenas de historias sobre ciencia, cultura e innovación. Ha ejercido como comentarista en programas de canales como CNN, Univision, BBC, NY1 Noticias o Sky News. Es autor de los libros ‘La carrera’ (2012), ‘El rastro del Exxon Valdez’ (2014) y ‘Marco Rubio y la hora de los hispanos’ (2016). Ganó el Premio Internacional García Márquez al mejor texto de 2014 con un reportaje en Alaska sobre el Exxon Valdez. @eduardosuarez

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