Era febrero de 2013. El cruce fronterizo de Bab Al Salam aún permanecía abierto para los sirios que querían pasar a Turquía y para los periodistas extranjeros que en ese punto entraban a Siria, con rumbo a Alepo. Allí conocimos a Nour. Venía a bordo de una minivan, también camino hacia Alepo. Con una gran sonrisa y un inglés impecable, nos dio su opinión sobre la situación en el terreno.

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Nour trabajando como reportera en el frente de batalla en Alepo, Siria.

Su padre era doctor en el hospital de Azas. Ella trabajó como facilitadora para periodistas internacionales y luego como fotógrafa para la agencia Reuters, hasta que en una explosión casi pierde la vida.

Contar con fotografías lo que ocurría en Siria era su pasión. Pero llegó el momento en que no pudo seguir cubriendo el conflicto: la situación se deterioraba cada día, los grupos islámicos radicales se hacían más presentes y la permanencia de mujeres en el frente de batalla se volvía cada vez más difícil.

La imposibilidad de seguir trabajando le hizo sentir que “lo perdía todo”. Entonces Nour decidió seguir los pasos de cientos de miles de refugiados hacia Europa.