Bendecido por la navaja

UN LATINO DESTINADO AL FRACASO SE CONVIRTIÓ EN EL BARBERO DE LOS MARLINS

 

Bendecido por la navaja

UN LATINO DESTINADO AL FRACASO SE CONVIRTIÓ EN EL BARBERO DE LOS MARLINS

Barbero Marlins

Eta es la historia de Hugo Tandrón.

Por Laura Prieto (texto y video)

A pesar de su aspecto rudo, este es el hombre al que todos los peloteros del equipo de los Marlins de Miami le ponen el cuello. El expandillero dice que “su arte” le salvó la vida.

Los años de infancia en un barrio popular le cambiaron el destino a Hugo Tandrón, mejor conocido como “Juice” –jugo, en español–. “Cuando yo era más chiquito yo veía a los vecinos míos y los muchachos alrededor que eran mayor que uno, los miraba a ellos como unos role model [modelos a seguir]; y eran como ídolos”. No eran una inspiración positiva. Eran todo lo contrario. “Vendían su droga, hacían su crimen, y… tú sabes, uno veía las cosas que hacían y yo me fascinaba ver ello porque veía que tenían el respeto de todo el mundo y la gente les tenía miedo y yo decía ¡bah!… quiero ser así”.

 

Juice lleva su historia con él a todas partes. Él quiere asegurarse de que la tinta no le deje olvidar todo lo que pasó, todo lo que sufrió… todo lo que aprendió. “Todo lo que yo tengo significa algo; empezando de… donde yo tengo, tengo ‘Tupac’ en la pierna, tengo N.W.E en la otra, que son grupos que me crié oyendo, que fueron algo significante en mi vida”.

Así es como Tandrón representa la dualidad de su niñez, al crecer entre dos minorías. Creció alrededor de una comunidad afroamericana, que lo influenció en sus gustos musicales, su forma de hablar e incluso de vestir. Y, a la vez, fue de los pocos hispanos de su barrio y entre su grupo de amigos. En su hombro ondea una bandera de Cuba, “aunque no soy nacido en Cuba”. Para él significan sus raíces. Sus padres emigraron de la isla a mediados del siglo pasado, huyendo de la política.

La niñez de Tandrón transcurrió en Carol City, entonces un suburbio de Miami que creció aceleradamente en la década de 1960 en medio de tensiones por la existencia de proyectos de vivienda pública. Lo lleva tatuado en su cuerpo para nunca olvidar de dónde vino.  “Soy con orgullo de esa área, no es la mejor área, pero fue donde me crié. Fue difícil criarme ahí porque la mayoría de la población no era latina, eran americanos, moreno(s) americanos”.

Hugo creció en el seno de una familia estable, aunque rodeado de malas influencias. “Mi papá siempre era un hombre trabajador, que yo siempre lo he admirado por eso; y nunca nos faltó nada. Pero, yo me estaba involucrando con la gente de la calle y estaba metiéndome en problemas”. El código postal donde vivía era posiblemente uno de los más violentos del sur de la Florida y con un permanente roce con Hialeah, una zona vecina y tradicionalmente cubana.

Alcanzó a sentir el frío metálico del cañón del arma sobre su frente. Tandrón cerró sus ojos para no ver su propio miedo. Pudo escuchar el sonido del gatillo.

En su lienzo de tatuajes, es inevitable detenerse en uno, porque lo tiene en la cara. Es una sola palabra. Siete letras que, según él, lo definen, resumen su vida: “Blessed” –Bendecido–. Palabra que cuando ve reflejada en un espejo le recuerda lo afortunado que ha sido. Que al menos no está bajo tierra, con un ramo de flores secas y una cruz encima. “Tengo 45 años ahora y hubo muchas veces que era para que yo hubiera perdido mi vida.”

Hay un recuerdo que con frecuencia lo asalta y todavía le hace acelerar la respiración.  “Uno de mis sustos más grandes fue en una fajasón (pelea) que tuvimos en una discoteca”. Uno de los agresores le apuntó de cerca con una ametralladora. Alcanzó a sentir el frío metálico del cañón del arma sobre su frente. Tandrón cerró sus ojos para no ver su propio miedo. Pudo escuchar el sonido del gatillo. Había llegado el final de la pelea… el final de todo. El gatillo se atoró. Él dice que fue tal la sorpresa que se quedó paralizado. Solo un sonido lo hizo reaccionar.  “Yo nada más que oía a mis amigos: ¡corre!, ¡corre!, ¡corre!, pero yo no podía ni moverme”. Reaccionó y corrió. Por eso se siente “bendecido”.

Hugo Tandron desde su local de Miami Gardens.

Hugo Tandron desde su local de Miami Gardens.

Y en una oportunidad fue acusado de robo a mano armada. Lo peor de la experiencia fue que no solo le tuvo que dar la cara a la justicia, sino que por primera vez vio de cerca la decepción de su padre. Una frustración que lo desarma en lágrimas con solo acordarse del rostro del “old boy”, como se refiere a su papá entre sollozos. No puede olvidar la expresión de aquella figura enmarcada en la pantalla del circuito cerrado de la corte. Por suerte, salió de la penitenciaría a los pocos días, gracias a que no se pudo construir un caso en su contra, pues no había suficiente evidencia para condenarlo. Sin embargo este hecho lo marcó de por vida y le confirmó una vez más que era “Blessed”.

La pregunta es cómo un joven que creció rodeado de violencia, con un récord criminal, es hoy el dueño de dos barberías, una en Miami Gardens y otra en el Ball Park de los Miami Marlins. Cómo un joven con una reputación cuestionable tiene hoy la confianza de beisbolistas y famosos: confían tanto en él que le ponen el cuello para que él pase su cuchilla. No fue tarea fácil.

Cortar cabello es algo que este profesional lleva en sus venas. Es “el arte que Dios me dio”. Es su forma de expresión, su vocación, y por eso lleva las tijeras de barbero tatuadas en su cara. “Siempre me gustaba recortar y eso. Yo le robaba la máquina a mi mamá y me hacía los pelados, porque ella me decía: ‘¡No te voy a pelar!’”. Su mamá, quien fue peluquera por muchos años, le decía: “¡Yo no te voy a pelar así, así se están pelando todos los delincuentes!”.

Tandrón recuerda, con una tímida sonrisa en su rostro, la primera “barbería” que improvisó en su casa y le sirvió para ganarse un dinero extra. Después de muchos intentos y rechazos por su paso por una prisión, se consiguió un trabajo en una cadena de tiendas de electrodomésticos. Después del trabajo, Juice iba a su casa, donde en el cuarto de la lavandería montó su primera silla de barbero y les cortaba el pelo a sus amigos y a los amigos de sus amigos. De noche, había filas de clientes esperando hasta las 2 de la madrugada. “Imagínate ¡eh! Yo, diente de oro, el pelo todo por donde quiera y ellos me decían: esta gente está en algo extraño, algo extraño, hay gente entrando y saliendo todos los días, todas las noches. Y no sabían que lo que yo estaba haciendo era recortando; y no podía decirlo porque me llamaban los inspectores”.

Hugo Tandron a los 11 años sentado en la silla de cortar de su madre en una peluqueria unisex.

Hugo Tandron a los 11 años sentado en la silla de cortar de su madre en una peluqueria unisex.

Pero los vecinos, quienes no pudieron con las sospechas, lo denunciaron a la policía. En varias ocasiones, Tandrón sorprendió a policías de civil revisando su basura y caminando alrededor de su casa. Ya en ese punto de su vida, el joven peluquero tenía a una mujer embarazada y un porvenir por delante.

No tardó en pasar del cuarto de la lavandería a montar su primera barbería. Todo gracias a que, en 1993, Gary Sheffield, jugador de los Marlins, aterrizó en su silla de peluquería. De ahí en adelante, todo fue cayendo en su lugar. “Y así empezamos. En el 98 me dijeron: ‘¿Puedes venir al estadio? Trae tus cosas’. Y le dije: ‘Pues, ‘ta bien’, y fui ‘pa allá’ y, hasta ahora, son dieciséis… diecisiete años en él”.

Pero no solo peloteros pasan por su silla. Personalidades como Pitbull y Antonio Banderas son también algunos de los famosos que han pasado por las tijeras de Juice.

Entrar a su barbería es como ingresar a una fraternidad. En el local predomina la música rap. Se sienten la amistad y la hermandad en el ambiente. Él define a sus barberos como su familia, ya que prefiere tener familia que barberos. Y así describe su labor: “Nosotros no nomás los recortamos y ya. Nosotros somos psicólogos; somos marriage counselor (consejeros matrimoniales), somos papás de todo el mundo; somos amistad de todo el mundo”.

La familia es uno de los aspectos que más se resalta en ese lienzo que es su cuerpo. Las iniciales de sus hijos las lleva tatuadas en los dedos de las manos. Las mismas manos que le sirven de herramienta de trabajo, con las que se gana el pan de cada día, con las que los mantiene. Las mismas que pasan por las cabezas de todo aquel que se sienta en su silla.

Actores, músicos y deportistas son algunas de las personalidades que se sientan en la silla de Juice.

Actores, músicos y deportistas son algunas de las personalidades que se sientan en la silla de Juice.

Uno de los tatuajes más grandes que lleva en su cuerpo es el de su marca “Headz-Up”. Pues sabe que con la entrada de personajes como él al negocio de la barbería comenzó un nuevo modelo. Hoy ya es muy común ver que los equipos profesionales tengan su propio barbero. Muchas de las barberías dejaron de ser pequeños locales manejados por “viejitos” a ser locales más dinámicos y modernos, donde se hace más que unos cuantos cortes típicos. Este nuevo modelo incluye campeonatos mundiales de barbería entre los mejores. Después de ganarse muchos premios, Juice es ahora uno de los jueces invitados.

Lo que empezó como una expresión de rebeldía durante su juventud, se convirtió en lo que Juice llama “su arte”.  Un niño aparentemente condenado al fracaso es hoy uno de los barberos más influyentes en el negocio; uno de los campeones mundiales de barbería, y el primero en tener un local oficial en un estadio de las grandes ligas.